Puertas al mar

En continuación al artículo anterior en el que tratábamos la conveniencia o falta de ésta de mantener animales salvajes en cautividad, trataremos de forma específica a un grupo faunístico que merece mención aparte, la misma que le dedicamos a continuación. ¡Hablemos de cetáceos!

Delfín

Delfín en cautividad.

El mar infinito, salvaje y libre por definición ha sido enjaulado. Su eterno horizonte ha sido sesgado por muros de cristal y hormigón. El azul del agua es una ilusión producto de la pintura que cubre la piscina. Un cetáceo sabe lo que es la libertad, son nómadas, por grandes que sean las piscinas que los acogen en los acuarios, siempre serán pequeñas  porque su territorio es la inmensidad que abarca la vista. Inevitablemente carecerán de espacio y acabaran golpeándose contra los cristales y muros víctimas de la peor de las estereotipias.

Como resultado de esta imposibilidad de recrear de manera óptima el hábitat natural del animal, los ejemplares nacidos en cautividad no sobreviven. Ello implica que los delfinarios del mundo no pueden surtirse de animales nacidos en sus instalaciones, hay que capturarlos salvajes. Orcas, delfines y belugas son las principales víctimas.

OrcaLas primeras son los mayores depredadores del planeta. Sí, mayores que el Gran Tiburón Blanco, se han observado orcas cazándolos. El rey de los tiburones les teme, son los auténticos reyes del océano. Se distribuyen por todo el mundo y según la zona que habitan, desarrollan unas estrategias propias, especializándose en la caza de determinadas presas. En el Caribe hay manadas especializadas en capturar tiburones inmovilizándolos hasta que se asfixian. Otras son expertas en la difícil captura de rayas que aplastan contra el fondo para evitar su aguijón venenoso. Famosos son los ejemplares de la Patagonia y las Malvinas que asaltan respectivamente a los jóvenes leones y elefantes marinos cuando juegan en la orilla y los bajíos. Ya en la Península Ibérica, nuestras orcas son maestras en la pesca de atunes rojos que persiguen cuando los peces gigantes cruzan el estrecho de Gibraltar procedentes del Atlántico para reproducirse en el Mediterráneo, algo que supieron aprovechar los ingeniosos fenicios.

Orca-Leones

Orca cazando leones marinos.

Sin embargo, las orcas no son sólo músculo, también tienen cultura. Cada grupo tiene un “idioma” propio, una orca de Gibraltar no se entiende con una de Alaska, sin embargo, recientemente se ha descubierto que pueden aprender el “idioma” de los delfines por lo que quizás pronto se descubra que orcas de diferentes localizaciones aprenden a comunicarse entre sí. Lo que sí se sabe desde hace tiempo es que la cautividad acorta la vida de los cetáceos y destruye su compleja pcyché. Este deterioro es claramente visible si comparamos las grandes aletas dorsales de las orcas salvajes con sus semejantes cautivos. Estas aletas son grandes y rectas en los ejemplares salvajes, más grandes en los machos para los que constituye un símbolo de estatus cuanto mayor es su tamaño. Esas orgullosas y erectas aletas se doblan en cautividad, fiel reflejo del deterioro del animal. Y así, los mayores depredadores de los mares son degradados al rango de payasos a sueldo que venden su gracia, fuerza y majestuosidad a cambio de una sardina. Poco a poco, olvidan qué son y el mar que les vio nacer.

 

Belugas

Belugas

Otro tanto ocurre con los llamados canarios del mar, las belugas. Originarias del Ártico, cada año una flota rusa se encarga de capturar ejemplares para los acuarios. Los pocos individuos que sobrevivan serán trasladados a tanques incapaces de mantener a los aproximadamente veinte individuos que de media forman las manadas. Como mucho una pareja, será ubicada en una acuario donde el hielo es de cartón y el frío lo producen ruidosas máquinas. Es evidente que los cetáceos no pueden alcanzar la calidad de vida que otras especies si disfrutan en cautividad. Su mantenimiento en los acuarios no obedece a criterios de conservación ya que su reproducción en estos centros es compleja y las crías no sobreviven. Los cetáceos se exhiben porque producen mucho dinero, son especies bandera, carismáticas y por ende, rentables.

Ningún animal debe ser capturado de la naturaleza para estos fines, su captura debe acabar. Pero ¿qué hacer con los animales que ya están cautivos? Estas hermosas criaturas, de cerebros grandes, mayores incluso que el nuestro, no pueden estar sin estímulos por lo tanto, dentro de la calamidad que es tener orcas, delfines y belugas el entrenarlos para hacer gracietas al público, quizás no sea tan malo, constituye un buen entretenimiento para los animales. El problema reside cuando se les obliga o se les droga para hacer “su trabajo”. Como suelo decir, el debate queda abierto.

CMT

 

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