Todos hemos visto alguna vez a un demacrado y aun así hermoso tigre dar vueltas sin parar al borde de los barrotes de su jaula con la cabeza gacha y la mirada perdida. También hemos visto a un chimpancé solitario y tedioso alargar su mano entre los barrotes, sólo, con un viejo neumático colgado de una cuerda como único divertimento y siendo la unica vegetación que le rodea la que esta pintada en las paredes de cemento. Todos hemos visto zoos así, así eran cuando eramos pequeños. Una mera colección de jaulas que contenían animales exóticos con el único propósito de que la gente pagara para verlos sin importar el bienestar de los ejemplares o la conservación de su especie. Para mucha gente, esta es la única imagen que tienen de los zoos, cárceles de la peor clase. Los zoológicos siempre han sido así, es lógico por tanto que aquellas personas sensibles a los animales los aborrezcan. Pero desde hace aproximadamente unos veinte años el enfoque de algunos zoológicos ha cambiado.
Es la nueva generación de zoos, lugares sin jaulas, ni paredes y suelos de cemento, donde los habitats de las especies son reproducidos y su bienestar es la máxima prioridad. Espacio, constantes estimulos que destierren el aburrimiento de sus vidas, suelos de hierba y arena fina, cascadas para bañarse, arboles para trepar y congéneres para los animales sociales. El propósito de estos nuevos parques no es tanto enseñar los animales al visitante sino, a través de ellos concienciar al público de la poblemática que la especie tiene en libertad y preservar su hábitat intentando que algun día, zoológicos y acuarios no sean necesarios. Por que no nos engañemos, los zoos son un mal necesario. Muchos son los que piensan que donde mejor está un animal es en su hábitat, libre. ¿Pero y si no hay hábitat?, ¿dónde metes a esa especie?, sencillamente se extingue, desaparece para siempre. No encontraréis a ningún experto en fauna salvaje del mundo que este en contra de los zoos. Si atacará, como hacemos todos, a los malos, a esos que aún tienen barrotes, pero a día de hoy esos míseros corrales no merecen llamarse zoos. La mismísima Jane Goodall ha alabado el papel que estas instituciones zoológicas desempeñan en la conservación de especies amenazadas y sus hábitats porque, todos los doctos en fauna saben que hay cientos de joyas faunísticas que se extinguieron en libertad y que han vuelto a conolizar sus antiguos territorios gracias a la acción de los zoológicos de última generación. Unos pocos ejemplos son el ajolote, el oryx blanco, el kakapo, la gacela Mhorr (actualemente reproduciendose con éxito en Bioparc Valencia), el caballo de Prewalsky, el rinoceronte de Sumatra o el Cóndor de California.
El caso de este último es extraordinario. Hace unos veinticinco años, quedaban en todo el mundo sólo veinte cóndores. El gobierno estadounidense decidió capturar a la totalidad de ejemplares e intentar criarlos en los zoos de los Ángeles y San Diego con lo que la especie se extinguió en estado salvaje. Llovieron criticas de todo el mundo pero pese a ellas, los zoológicos cumplieron con su misión y lograron criar condores en cautividad para luego liberarlos y recuperar las poblaciones perdidas. Grácias a esos esfuerzos hoy puede verse al Cóndor de California en libertad. Si no se hubieran capturado los ejemplares que quedaban, la especie habría desaparecido.
Muchos caen en el error de antropomoformizar a los animales, de atribuirles unos conceptos mentales elevados incluso para algunos humanos. El concepto de libertad es el más recurrente. Para un humano la libertad radica en poder disponer a voluntad de su vida. Ello implica una planificación de la propia existencia. Los animales no proyectan, no hacen planes, están regidos por instintos, no deciden cuando tener crías o cuando cambiar de ubicación, nacen y mueren con sus vidas programadas por la evolución. Todo aquel que se dedique a observar la fauna salvaje sabe que si un animal encuentra alimento, pareja y seguridad en un territorio determinado, no se mueve de él, y si dicho territorio es pequeño, mejor porque es más fácil de defender. Muchos son los que afirman que en un zoológico los animales no pueden ir a otra parte. Si tienen suficiente espacio, ausencia de depredadores, alimento y la posibilidad de reproducirse, podéis apostar a que no iría a ninguna parte aunque pudiera ¿ o por qué creeís que perros y gatos se escapan de sus hogares y luego vuelven? La vida salvaje es muy dura. Otro hecho que demuestra que un buen y moderno zoológico no perjudica al animal es el éxito de los programas de cría que en ellos tienen lugar y que constituyen el fin último de este nuevo concepto de parque zoológico. Los animales no se reproducen si están sufriendo. El apareamiento es la manifestación definitiva del bienestar animal. Por otra parte, los ejemplares cautivos viven más tiempo que sus congéneres salvajes al tener constante atención veterinaria y la ausencia del estrés que supone la búsqueda de alimento, pareja o la presencia de depredadores.
Fotos Bioparc Valencia. En los nuevos zoológicos, barrotes y cemento son cosa del pasado. Los animales disponen de un amplio espacio que imita su hábitat y pueden interaccionar con las especies que encontrarían en libertad.
Por lo tanto, combatamos con fiereza aquellas instalaciones que sólo pretenden lucrarse con la exhibición descorazonada y carente de ciencia de animales salvajes, pero no metamos en ese mismo saco a instituciones científicas serias cuya misión es ofrecer una red de seguridad a especies amenazadas y a sus maltrechos hábitats.
CMT
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