Texto e Ilustraciones por Noelia Fernández Vera (Bioagradables)
Coge aire. Mucho. O en su defecto una botella de buceo, porque lo que verás tras sumergirte te quitará el aliento. Vamos a adentrarnos en los recovecos más inusitados de ese 70% de la superficie del planeta al que llamamos mar. Se trata de los mares vírgenes (pristine seas), algunos de aquellos lugares que aún subsisten verdaderamente salvajes en el océano y el planeta.
Actualmente no quedan más de 25-50 mares (5% del océano) con estas características prístinas (primitivas, originales). En ellos la fauna jamás ha conocido al ser humano y tampoco éste ha visto nunca algunas de las especies que allí habitan. Especies desconocidas, extensiones de corales que se prolongan al infinito y depredadores, muchos depredadores. En ellos los investigadores se han encontrado con sorpresas tales como que habitan más tiburones que peces, lo que equivaldría a que hubieran más leones que gacelas en la selva. Estos mares son la prueba de que aún quedan territorios que nos hacen soñar con paraísos y aventuras, y que merece la pena luchar por su conservación.
Proyecto Pristine Seas
Uno de los pocos afortunados que ha visto con sus propios ojos lo que ha calificado como “paraísos de vida vibrante” es el biólogo español Enric Sala. Actualmente es imposible hablar de mares vírgenes sin nombrarlo a él o a National Geographic, donde trabaja.
Enric Sala tiene una extensa carrera profesional. Antes de centrarse en los mares vírgenes, se vocalizó en estudiar y combatir el imparto de la sobrepesca y el cambio climático acercándonos estudios y fotografías del impacto de éstos sobre el medio. Pero en esta lucha por conservar el mar, cayó en la cuenta de que no sabía respecto a qué había que conservarlo. Pese a sus vastos estudios no conocía cómo había sido el mar hacía 500 años. No existían investigaciones, fotografías o vídeos que nos acercasen al estado primitivo de nuestros océanos. Así que decidió plantearle a National Geographic la posibilidad de investigar estos resquicios de mares vírgenes creando el proyecto “Pristine seas”.
Aunque se trata de un proyecto ambicioso y complejo, los pilares del mismo son sólidos y claros, lo que ha permitido que, desde el mismo momento en que se pusiera en marcha, se fueran conquistando resultados.
El objetivo principal es el de crear reservas naturales que protejan a estos hábitats marinos de la sobrepesca. Es importante resaltar que sólo el 1% del mar está protegido frente al 20% de la tierra. Gracias a este proyecto National Geographic piensa alcanzar el triple objetivo de: preservar las últimas joyas marinas y recuperar lo que sea posible, analizar qué se ha perdido en las últimas décadas y tener datos de cómo era la vida marina antes.
El proyecto se divide en diferentes estadios y objetivos. En primer lugar el equipo de Sala localiza estos mares (ya van doce), los explora e investiga regalándonos un excepcional material en forma de estudios, fotografías, vídeos, infografías… Tras la investigación científica, tiene lugar el análisis económico y político. Se estudian los beneficios monetarios derivados de crear la reserva y se explican a los dirigentes políticos y líderes económicos con el fin de que accedan a crear la reserva. Por último, se realiza una importante campaña de comunicación por cada uno de los mares vírgenes para hacer a la población partícipe del proyecto. Los humanos tenemos la capacidad de afectar a nuestro entorno tanto positiva como negativamente… ya hemos hecho lo uno, ahora toca ponerse manos a la obra con lo otro.
En cuatro de los doce mares visitados ya se han creado reservas naturales. La última, firmada por Obama el pasado 25 de septiembre, se ha convertido en la mayor reserva marina protegida del mundo: las islas Remotas del Pacífico. Chile, Costa Rica y Nueva Zelanda son otros de los países que se han sumado a los beneficios de las reservas. En ellas sólo se limita la extracción de peces y se regula el turismo, pero el paso de navegación está permitido.
El océano es un banco de inversiones
¡El mar es rentable! Así de rotundo lo afirma Sala. La ciencia sola no va a proteger el mar, hace falta la colaboración de los líderes políticos y económicos. Pero no es necesario que colaboren sólo por los grandes beneficios medioambientales, si no que lo harán por su propio interés. Las reservas marinas no son un sacrificio, son un negocio. No hay más que echarle un vistazo a las cuentas de algunas reservas marinas, incluso en España. Las Islas Medas, en la Costa Brava, con sólo un kilómetro cuadrado de reserva, generan 200 puesto de trabajos directos y diez millones de euros al año. La fórmula se llama ecoturismo. Pero aún podemos dar un paso más: la economía pesquera no se resiente, se beneficia. En la reserva de las islas Columbretes, en Castellón, las langostas se reproducen tan rápidamente que un 10% de ellas abandonan todos los años las reservas, permitiendo que los pescadores pesquen un 10% más. En muchas reservas, en sólo cinco años, el incremento de peces es de un 460%, algo asombroso.
Actualmente, el 99% del mar que no está protegido es “como una cuenta corriente en la que todo el mundo saca dinero pero nadie invierte”, afirma Sala, una fórmula completamente rechazada en el mundo de los negocios. Por lo que la solución pasa por invertir en el océano para poder recoger intereses, hacer del mar un fondo de inversiones.
Son tres los principales problemas que están acabando con esta vibrante vida marina a pasos descomunales: la sobrepesca, la contaminación y el cambio climático. Se estima que para el 2050 se haya eliminado un 90% de la vida marina de todo el planeta.
Hay plástico en los lugares más remotos y los mares se ven expuestos a fuertes subidas climáticas que matan gran parte de la fauna y flora marina. Sin embargo, el principal problema y actualmente el más factible de solucionar, es el de la sobrepesca.
Parece ser que los datos y la cercanía de los sucesos es la única manera de abrirnos los ojos, así que sólo cabe decir que la sobrepesca es la encargada de haber exterminado al 90% de los atunes rojos y de los tiburones martillo que habitaban la costa española. Hace sólo cinco años era común ver, desde la Costa Mallorquina, bancos de tiburones martillo surcando las olas, algo sumamente difícil de avistar hoy por hoy.
La sobrepesca no sólo extermina a aquellas especies que acaban en nuestro plato, si no que, debido a prácticas como la del arrastre, se acaba con muchas otras especies y se destruye el hábitat marino. Un kilo de gambas, por ejemplo, equivale a 10 kilos de otros animales que se desechan muertos una vez pescados. Por lo tanto, el precio que pagamos en el mercado por ciertos pescados no es el precio real. El precio es el de la destrucción de nuestros mares.
Actualmente España se lleva la mitad de las subvenciones de pesca que ofrece la Unión Europea. Con ellas, gracias al dinero del contribuyente, en lugar de preservar el fondo marino e incentivar la reproducción de las especies, lo que se hace es acabar con la gallina de los huevos de oro.
Acabar con la sobrepesca, además, palía los daños derivados del cambio climático. Se ha estudiado un curioso fenómeno: los mares sanos (como los vírgenes o los de las reservas) se recuperan mucho antes de los altos golpes de calor provocados por los gases de efecto invernadero.
En cuanto a la repoblación marina, si en un comienzo fue una opción que se tuvo en cuenta y con la cual se experimentó, es algo que se ha descartado. La repoblación es sumamente cara, a veces no demasiado efectiva y lo más importante: destruimos mucho más rápido de lo que podemos crear. Actualmente se estima que cada quince minutos desaparece una especie. No podemos repoblar a ese ritmo, simplemente tenemos que evitar que suceda.
Ojos que no ven. De lo local a lo global
Según apunta el biólogo español, hay dos principales motivos por los que no hay un mayor número de reservas: el desconocimiento y la tendencia de la sociedad hacia al funcionamiento piramidal inverso.
Para combatir el desconocimiento es de vital importancia que todas las investigaciones y estudios vayan acompañados de divulgación real. El mundo de la investigación debe de guardar una estrecha comunicación con los medios de información, los líderes políticos y los económicos. Si no se alerta de las problemáticas y se ofrecen soluciones reales, las investigaciones caen en saco roto. Estrechar los lazos entre la comunidad investigadora y el resto de partes es una asignatura que aún tiene muy pendiente nuestro país.
Como en cualquier campo social a mejorar, la educación es la clave. Estas problemáticas deberían tratarse no sólo en los medios de comunicación, si no también en los colegios. Ojos que no ven, corazón que no siente. Es necesario saber de la pérdida de nuestros bienes más preciados para ponerle fin. Que otros niños crezcan queriendo ser líderes de sus comunidades locales como ya lo hizo Sala gracias a los documentales de Cousteau.
Respecto a lo local, también hay que apuntar que en este país donde “la corrupción está institucionalizada” (aunque es algo común en todos los países cuando se trata de restricciones pesqueras), es importante que la puesta en marcha de reservas vaya desde las comunidades locales, que tienen amplios conocimientos de sus zonas y relaciones con todos los miembros sociales, hacia el gobierno central. Sería necesario que la “enfermedad burocrática” que sufrimos en este país se flexibilizara y se abrieran miras y que la sinergia entre diferentes asociaciones, ONG’s, Ayuntamientos, touroperadoras… comenzara a fluir.
El secreto de los mares vírgenes reside no sólo en guardar las últimas joyas de la corona, si no en ver como cuidándolos, gracias a su gran capacidad de recuperación, podrían ser nuestros mares en un futuro.
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